Trashumancia

Trashumancia

La trashumancia de ganado ovino a los puertos de montaña leoneses y palentinos, además de suponer una actividad milenaria de gestión racional de espacios naturales, poseía en su interior el secreto de la biodiversidad. Esta actividad ha desaparecido y la Fundación Monte Mediterráneo se propone recuperarla a una escala suficiente para el beneficio de los procesos naturales y las especies amenazadas que dependen de ella.

Al trashumar sucede lo siguiente:

La dehesa mediterránea descansa, no es pisoteada ni consumida hasta la última hierba, consigue recuperar su status para la regeneración otoñal y no se agota. El personal de la dehesa reduce carga de trabajo en un periodo en el que el trabajo rural se hace inviable debido a las altas temperaturas.

La montaña leonesa y palentina mantiene espacios abiertos, escapando de la matorralización y del fuego. La matorralización supone cambio de paisaje, de biodiversidad, y las especies que la sufren son las de menor capacidad de adaptación: oso pardo, urogallo cantábrico y quebrantahuesos.

La oveja sigue haciendo su trabajo productivo de forma natural, comiendo hierba verde y fresca, abonando y empradizando y continuando la vida del pastizal, donde la noche trae a ciervos, corzos y rebecos, y detrás de ellos lobos, osos y quebrantahuesos, con otros muchos. Además, no consume alimentos concentrados (piensos) con lo que no colabora con la contaminación, aumento de la huella CO2 y elevada demanda de agua por la industria (agricultura intensiva y piensos concentrados) a la vez que la actividad pastoril se protege de las crisis internacionales de este sector. Se crea empleo temporal en zonas deprimidas y sin oportunidades, clasificadas como remotas.

La trashumancia – aparte de ser una herramienta ganadera importante – incluye la dignificación del oficio del pastor que, durante siglos, ha ido acumulando conocimientos sobre la ganadería y la naturaleza que están en peligro de perderse.

Programas de formación para futuros pastores con un perfil actualizado y renovado forman parte del presente proyecto.

El sector ovino y caprino extensivo pastoreado, fundamental en el mantenimiento de paisajes, fauna y flora, en toda la línea central de nuestro país, se encuentra en una encrucijada clave para el futuro de la naturaleza y sus procesos tal y como los entendemos en la actualidad.

El desacoplamiento de las ayudas europeas y la competencia de productos del extranjero hacen que las explotaciones pequeñas extensivas sean abandonadas masivamente, fomentado este abandono por las medidas e incentivos al desacoplamiento, y hace que las grandes explotaciones se intensifiquen para ser competitivas y tener los mínimos riesgos en su producción, así como cumplir con las cada vez más estrechas normativas veterinarias que buscan acotar el riesgo de desarrollo de enfermedades, sobre todo de transmisión al hombre (zoonosis), en un ganado por otra parte cada vez más susceptible de enfermar por el uso intensivo y la alimentación a base de concentrados.

La dehesa sufre desde hace varios años el pisoteo de los animales en verano, con lo que se produce una erosión fuerte y el supuesto pasto de otoño con las primeras lluvias no aparece hasta bien entrado el invierno. Si el año es lluvioso y en trombas de agua, la erosión, la tierra compactada, hace que se desplacen zonas enteras anegando balsas de agua y rompiendo pasos y caminos, con un terreno que no retiene nada.

Contra esta imparable tendencia la sociedad presenta como armas la catalogación, protección y vigilancia de espacios y el estudio científico de procesos, olvidándose que aquello que no es productivo tiende a desaparecer.

Creemos en un nuevo diseño, un modelo de trashumancia “renovado”, que añada el valor de la conservación de especies amenazadas al sector ganadero del cual dependen en un porcentaje significativo, el del ganado extensivo de ovino, y en contrapartida, que el sector aproveche esa plusvalía y la traduzca en el establecimiento perdurable de medidas y fórmulas de producción que produzcan biodiversidad, teniendo en cuenta al producir lana o corderos que está produciendo osos y urogallos por el bien de la sociedad y el suyo propio. Producciones “colaterales” como la miel y el polen, tanto en zonas del sur como del norte, significan ampliar el abanico de actividades de un pastor. Esta máxima, esta realidad hasta ahora dejada de lado, esta labor, ha de llegar a toda la sociedad por cuantos canales de difusión se puedan conseguir por el futuro de esas especies.

Al fin y al cabo, un pastor puede convertirse tanto en apicultor como en guía de turistas a tiempo parcial…

Proponemos por tanto una serie de acciones que desemboquen en un nuevo modelo de conservación activa de especies y espacios aceptados y consensuados por el sector productivo ovino con la intención de que sus acciones desarrolladas a favor de la conservación supongan una mayor y mejor venta de sus productos dada la dependencia de la fauna salvaje de la presencia y procesos vitales del ganado.



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