Manuel Rodríguez Pascual, en su libro “La trashumancia, cultura, cañadas y viajes [5ª edición revisada y ampliada, pág. 251], nos habla de los “mansos”:
Cuando se hacía la selección de los carneros, también se aprovechaba para hacer la de los mansos – carneros castrados que servían de guía al rebaño; resultaban imprescindibles para el manejo del rebaño – de lo cual se encargaba el compañero, también denominado el mansero. De los 24-26 corderos seleccionados cada año, se observaba el más puntero, el que va siempre por delante de los demás, y se reservaba para este fin. En total, siempre había 8-10 mansos por rebaño. El aprendizaje para que un manso acuda raudo a la voz enérgica del pastor que le llama por su nombre o con un silbido característico y que ande a su lado con un cordel atado a los cuernos – cabestreo – es una tarea larga y delicada que exige al compañero habilidad y paciencia.
En nuestro caso, aparte de bautizar a los futuros mansos y practicar el “adiestramiento” por silbido, empleamos también otros medios……….
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